viernes, 11 de febrero de 2022

El diablo sobre ruedas (Spielberg): un bigote en apuros

Mi idea cuando empecé este blog era escribir sobre libros y series, pero poco a poco voy ampliando horizontes como cuando Colón decidió darse un garbeo por las Américas. El diablo sobre ruedas es la primera película de Spielberg (1971) y la vi siendo pequeño, pero el otro día me dio por echar un vistazo a alguna de sus escenas en Youtube. Me acaricié el bigote con lo que encontré, pues resulta que estaba entera (en español de españa o en latino, podéis elegir) y me la tragué de cabo a rabo. Y ya os digo, no tenía intención de escribir sobre ella, pero me pareció tan genial que aquí me tenéis dándoos la turra una vez más. Porque la primera película del gran Steven Spielberg bien merece una entradita. ¿O no?

El diablo sobre ruedas, o Duel, se emitió en 1971 en televisión. Fue grabada para la pequeña pantalla y al parecer, debido a su éxito, sí fue llevada al cine posteriormente. El guion es de Richard Matheson y el protagonista es un genial Dennis Weaver, otro bigote para la historia. A pesar de que a Spielberg todavía no le salía el dinero por las orejas, a la vista está que sí le salía el talento por todas partes, y El diablo sobre ruedas sigue siendo una película la mar de disfrutable hoy día.

El diablo sobre ruedas: David contra Goliath

Y eso que la historia no tiene nada, ni falta que hace. David conduce escuchando la radio y pensando en sus problemas conyugales hasta que se encuentra un camión cisterna delante. Cuando trata de adelantarlo comienzan los problemas porque el camionero no se deja adelantar. ¿Qué mosca le ha picado? Nadie lo sabe, pero parece que se ha enfadado un poquito. Las cosas terminarán llegando más lejos de lo que podríamos imaginar.

Spielberg es un genio porque consigue transmitir tensión simplemente mostrándonos las largas de un camión. Qué digo, incluso da cosita cuando lo vemos aparecer allá a lo lejos tras un túnel. Y eso que no hace nada, el pobre. Está allí, quieto y pacífico, como si estuviera cogiendo postura para la siesta. Grrrr... (lo siento, últimamente paso demasiado tiempo con el gato) ¡Por favor, que no es más que un condenado camión en la distancia! ¿Entonces por qué acojona? Será porque ya sabemos cómo se las gasta el tipo, capaz de cualquier cosa con tal de acabar con el bueno de David.

David, un personaje inofensivo

Hablando del bueno de David, no sé si será tan bueno o no, pero lo que sí se empeña la película en dejarnos claro es que es un pobre hombre. Se detiene en una gasolinera y le preguntan si quiere reparar una pieza. Responde que no, a lo que le contestan: "como quiera, usted es el amo". Entonces él masculla un "en mi casa no", lo que nos hace imaginar a su mujer como a Schwarzenegger en Conan el Bárbaro. Enseguida vemos que no hay para tanto, pues nuestro bigotudo hace una llamadita a su esposa para disculparse por lo que sucedió anoche: "Crees que debería haberle golpeado, ¿verdad?", le dice. Ella resta importancia al asunto y le dice que es mejor olvidarlo, pero para entonces en nuestra cabeza ya se ha formado una idea clara del tal David.

Es un alfeñique, un m****a, y se va a enfrentar a un camionero loco. Genial.

Y hablando del camionero, no lo vemos en toda la película, lo cual transmite todavía más suspense. Nos gustaría conocerlo, saber cómo es la cara de alguien tan ca... Ejem, tan indeseable. Pero no hay manera. Durante los noventa minutos que dura la película solo alcanzamos a ver su manita izquierda, que tampoco parece gran cosa.

La película tiene una escena magnífica que exprime este suspense al máximo, cuando David se detiene en un área de servicio en la que también ha parado su camión favorito. Hay varios tipos tomando algo en la barra y él está en una mesa comiendo un sándwich bien tierno (e insiste en lo de tierno, que quede claro que nuestro bigotes es un blandengue) y metiéndose una pastilla para la jaqueca. Total, que David empieza a darle vueltas al asunto con una voz en off que nos recuerda mucho a las películas de Hitchcock: ¿Y si me voy ahora?, se pregunta. No, él me perseguiría. ¿Será este? ¿Será aquel? Y la cámara va desfilando de un cliente a otro mientras nosotros nos preguntamos cuál de ellos tiene más cara de camionero loco. Al final David la termina liando y, lejos de solucionar sus problemas, añade un buen puñado de golpes a su ya maltrecho cuerpo. Merecido se lo tiene, eso sí.

Un camión que da muy mal rollo

Hay que reconocer que David tiene motivos para estar paranoico, pues el camionero loco se las gasta que no veas. Os pongo un ejemplo. Dennis Weaver lleva un rato tratando de adelantarlo pero su archienemigo no está por la labor de permitírselo. En un cambio de actitud curioso, de repente accede, e indica a su perseguidor que puede adelantarlo. "Pase, pase", le señala amablemente con una manita inocente que asoma por la ventanilla. "¡Ya era hora!", dice David aliviado. Por fin, todo parece arreglado y nuestro protagonista se dispone a adelantar.

Error.

Si nosotros nos llevamos un susto de muerte, imagino que a David casi se le sale el corazón por la boca. Y es que era el peor momento para adelantar y el camionero lo sabía. Vaya si lo sabía. Dos coches avanzan a toda pastilla hacia el coche de David, quien por suerte para él y para la película está rápido de reflejos y da un volantazo que le salva la vida. Por si había alguna duda, esta escena nos aclara que el camionero es un psicópata de cuidado.

Pero hay más.

David espera en su coche a que el tren termine de cruzar, pero entonces aparece su amigo el del camión para empujarlo por detrás y demostrar lo bien que funcionan los frenos del coche. El tren tarda un rato en pasar, lo que nos hace contener la respiración porque el camión no para de empujar. David salva el pellejo gracias a unos frenos a prueba de camiones cisterna, pero pierde años de vida por el susto que se acaba de llevar.

Pero todavía hay más.

David está hasta las narices (quién lo diría) y resuelve que quizá debería hacer algo con ese camión que le está haciendo la vida imposible. De modo que se acerca a una cabina de teléfono y llama a la policía. Le contestan, todo marcha con normalidad, y está dando sus datos a la autoridad cuando el camión que se las sabe todas aparece como una exhalación, llevándose por delante la cabina y todo lo que había alrededor (jaulas con reptiles, no me preguntéis por qué). David vuelve a demostrar que está en forma y salta de la cabina en el último momento. Se vuelve a salvar, pero el camión sigue estando allí y se ha salido con la suya una vez más.

Dennis Weaver está magnífico

Y así es como el personaje de Dennis Weaver, que ya parece haber tenido suficiente, es capaz de coger el toro por los cuernos y enfrentarse al camión. Susto tras susto, parece que ha ido aprendiendo que a veces no queda más remedio que echarle valentía al asunto. El desenlace de la película no tiene nada del otro mundo, no esperéis un giro sorprendente porque no lo vais a encontrar. Pero, ¿qué más da?

Lo bueno que tiene El diablo sobre ruedas es todo lo que transmite en su tremenda sencillez. Una historia con un coche y un camión, carretera y más carretera, llanuras, polvo y sol. Un villano loco al que somos incapaces de ponerle cara y un protagonista con menos carácter que Sansa la primera temporada de Juego de Tronos. Y no hace falta mucho más porque esta primera película de Steven Spielberg tiene suspense y tensión para regalar. Y ya está.

Si aún no habéis visto El diablo sobre ruedas, deberíais. Horita y media muy disfrutable.

Cinco bigotazos para ella.




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